domingo, 15 de febrero de 2009

Entre diosees y hombre. Exposición sobre escultura clásica (Notiweb)


Reseñas - Exposición   

Entre dioses y hombres

 

Una excelente selección de escultura greco-romana

 
 



Cuando un museo reforma sus instalaciones, las piezas de las salas cerradas viajan para ser expuestas en otros museos; de ese modo, en vez de ponerlas a buen resguardo en un almacén, siguen generando réditos en el mercado de intangibles que son los préstamos de colecciones y la relaciones públicas entre museos. Esta es una práctica corriente, pero hay circunstancias que la hacen extraordinaria, y eso precisamente ha sucedido en el caso de la exposición que se comenta.

Sátiros de Praxíteles (detalle) El Albertinum —una antigua maestranza artillera así nombrada por Alberto I de Sajonia (1873-1902), que la reformó para convertirla en Museo—, fue desde su construcción la principal sede de las ricas colecciones artísticas de Dresde; como otras partes de esa ciudad, el edificio quedó completamente arrasado por los raids aéreos de la Segunda Guerra mundial y se reconstruyó apresuradamente poco después con los medios disponibles entonces, mientras sus fondos estaban retenidas en la Unión Sovietica como botín de guerra. Aunque en 1958 volvieron a Dresde las obras de arte, la circunstancias políticas de esos años restaron fama y popularidad a lo que se consideraba, por universal consenso, el mejor y más brillante conjunto de escultura greco-romana de Alemania. En 2006, el Albertinum cerró por reformas por tiempo indefinido y aprovechando esa circunstancia, la Staatliche Kunstsammlungen Dresden y el Museo del Prado han emprendido un proyecto que va más allá de que 46 estatuas y relieves de la renombrada colección de la capital de Sajonia puedan verse por primera vez fuera de Alemania.

Cabeza de la Musa apoyada, con policromíaDurante seis meses se exponen en Madrid una serie de piezas que, por formar parte habitual del muestrario tópico del arte greco-romano, machaconamente reproducidas en fotografías y documentales, pertenecen al imaginario occidental. Pocos, sin embargo, las han visto directamente debido a los sucesos del último medio siglo en Alemania y España. Dresde ha enviado una selección de excelentes copias y replicas romanas de obras atribuidas a los grandes escultores atenienses de los siglos V y IV a.C.: en Fidias se inspira una Atenea Lemnia, el llamado "Zeus de Dresde" y una Demeter; de Mirón hay una cabeza de Atenea; la obra de Polícleto está representada por varios efebos, entre ellos una cabeza del "Diadúmeno"; de Calímaco se puede ver un relieve de Ménade y, por último, el popular Praxíteles ocupa una sala con dos Silenos, y sendas cabezas femenina y masculina. A ello se añaden otras esculturas y relieves originales de época griega y romana, que son obras maestras de autores anónimos: los archifamosos "Ménade" y "Efebo" de Dresde, las dos figuras femeninas llamadas, a falta de mejor identificador, la "Grande y Pequeña diosas de Herculano"; un par de estelas funerarias atenienses, el expresivo "Sileno escanciador" y un cierto número de figuras pertenecientes a lo que habitualmente se llama "arte menor", que incluyen unas pocas pero atractivas terracotas y diversos fragmentos de paneles esculpidos que adornaban edificios y otros monumentos.

El emperador Maxencio, s II-IV d.C. Dresde La contraprestación española la forman veinte esculturas y relieves de la colección del Museo del Prado, con una aportación extraordinaria de la Real Academia de la Historia. Quien seleccionó las piezas parece haber pensado en jugar con las similitudes y contrastes entre los fondos de los dos museos: así, la cabeza de Atenea de Mirón de Dresde se ha dispuesto junto a una estatua acéfala del mismo modelo que posee El Prado; la bella estatua del Diadúmeno madrileño es contigua a la excelente cabeza del mismo modelo sajona. Las comparaciones pueden extenderse también a las varias Ménades de ambas procedencias y sobre todo, a lo que se presenta como la tercera parte de la exposición, los retratos romanos, donde un número casi equitativo de piezas sajonas y madrileñas dan un repaso rápido, pero sustancioso, al retrato de los siglos II a V d.C.: el epítome de esa sección lo ofrece la sala en que dos retratos monumentales de emperadores, Majencio (Dresde) y Constantino (El Prado), flanquean el célebre Missorium de Teodosio, una bandeja de plata repujada propiedad de la Real Academia de la Historia y que es una pieza única tanto por su significado intrínseco —una conmemoración de las decenalia de Teodosio, seguramente regaladas por el propio emperador a un personaje de sustancia de la época— como por su supervivencia, pues es raro que un objeto de plata de esas dimensiones se haya escapado del crisol.

Sileno de Dresde y Ménade de Dresde La exposición ocupa diez salas de la planta baja del edificio Villanueva, contiguas a las que albergan habitualmente la colección escultórica del Museo del Prado. Algunas de las salas están obviamente dominadas por una pieza, que es la que capta inmediatamente la atención del visitante. Ello sucede con el disco argénteo antes mencionado, pero pasa lo mismo con el monumental altar redondo que perteneció a Cristina de Suecia antes de ser adquirido por la Casa Real española. También la pequeña, pero dominante, figura de una ménade representada en pleno frenesí del trance, que es considerada como una de la joyas de la colección sajona y cuya condición estelar ha sido sin duda respetada en el alojamiento temporal madrileño. Hay otras esculturas, en cambio, que parecen ganar el estrellato por méritos propios; una de las que más me ha impresionado es una cabeza de terracota de una mujer joven, que ha sido relegada al fondo de una sala en la que compite con una replica de la Afrodita de Milo y otras estatuas de gran porte; pero su pose fresca e inmediata, que no desentonaría en una revista actual de moda, atrae inmediatamente la mirada y la fascinación aumenta cuando, mirándola de frente, se comprueba que el perfil se corresponde con una faz de rasgos extrañamente asimétricos. Precisamente, en ella y en otras piezas contiguas se apoyan los organizadores para hacer notar que aunque los restos de pigmentación sean ahora raramente apreciables, la escultura antigua estuvo generalmente policromada; el apercibimiento de este rasgo se refuerza con un reconstrucción moderna, la única de la exposición, que muestra cómo un eminente experto (G. Treu) y un pintor (L. Otto) decimonónicos pensaron que debió lucir originalmente la cabeza y el rostro de la llamada "Gran diosa de Herculano". El resultado, debe confesarse, es algo chocante, quizá porque la policromía pétrea es una técnica perdida, pero basta echar un vistazo a las tres pequeñas figuras de Tanagra de la misma sala para reconciliarnos con la idea —casi contra natura para algunos— de que el colorín no sólo es compatible con la imaginería clásica sino que era un rasgo imprescindible.

Conjunto de esculturas griegas. Museo Albertinum DresdeEl emparejamiento de las colecciones escultóricas del Prado y el Albertinum proporciona además una lección de historia reciente, puesto que ambas se formaron en tiempo y circunstancias similares. El germen de la galería escultórica sajona se debe a las compras masivas que Federico Augusto el Fuerte, elector de Sajonia y rey de Polonia hasta 1733, llevó a cabo por afición y profesión, pues una estancia juvenil en el Versalles del rey Sol le había imbuido el convencimiento de que el poder de un monarca reposaba tanto en la fuerza de sus armas como en la fama de su amor por el arte y la cultura. Embarcado en esa política, es posible que el ilustrado monarca se mostrase irritado cuando llegaban noticias de Italia de que tal o cual capolavoro se había encarecido repentinamente o ya no estaba en venta: el rey de Polonia competía por ella con sus Católicas Majestades, cuyas compras están en el origen de la colección escultórica de El Prado. Nótese, sin embargo, que los posibles piques entre testas coronadas a cuenta del afán coleccionista no fueron óbice para que ambas partes concertaran el matrimonio de una nieta de Augusto el Fuerte con un Infante español, el tercer hijo del rey y primero de la reina, destinado inicialmente a gobernar en Italia pero que acabó en el trono de España como Carlos III.

Termino esta reseña aconsejando a quienes deseen confrontar mis juicios que se dirijan a la información que el Museo del Prado ofrece en su página Web, en la seguridad de que encontraran un motivo más para visitar la muestra. Y para aquellos que requieran algo más que satisfacer su curiosidad o disfrutar con la contemplación de unas extraordinarias obras de arte, hay un voluminoso catálogo cuyas excelentes fotos y los correspondientes ensayos dan cuenta de los resultados de la empresa científica que ha supuesto la confección y el montaje de este evento.

Joaquín L. Gómez-Pantoja
Universidad de Alcalá

 

Lugar: Museo del Prado. C/ Ruiz de Alarcón, 2328014 Madrid
Fecha: Hasta el 12 de abril de 2009
Horario: De martes a domingos y festivos de 9.00 a 20.00 h. Lunes, cerrado
Enlaces: Entre Dioses y hombres

 



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